Conquista y Aventura Espacial Europea
Cooperación internacional en el espacio: el ejemplo de la Agencia Espacial Europea
Aventura y Conquista Espacial Europea
Nuevos países solicitan ser miembros de la Agencia Espacial Europea (ESA), que ha iniciado una colaboración más estrecha con Rusia y ha establecido un diálogo más estrecho con la Unión Europea sobre política espacial.
Estos cambios previstos coinciden con los notables éxitos de Europa en la exploración del sistema solar entre 2003 y 2006, con la sonda lunar Smart-1 (2003-2006), la Mars Express (lanzada en 2003) y la Venus Express (lanzada en 2005), y el aterrizaje de la sonda Huygens en Titán, el mayor satélite de Saturno, el 14 de enero de 2005. Europa tiene previsto poner en servicio el sistema de navegación y posicionamiento Galileo y, con G.M.E.S. (Global Monitoring for Environment and Security), aumentar su capacidad de vigilancia del planeta.
Europa ha reforzado considerablemente su posición en la mayoría de las aplicaciones espaciales y se ha embarcado en una fase de profundos cambios.
El auge del espacio europeo
Las actividades espaciales en Europa despegaron aproximadamente una década más tarde que en la Unión Soviética y Estados Unidos. Francia fue la primera nación europea en lanzar su propio satélite, A1 "Astérix", el 26 de noviembre de 1965, seguida del Reino Unido, que lanzó Próspero el 28 de octubre de 1971. Pero ya en 1961 había surgido la idea de poner en común la investigación espacial europea, así como la necesidad de crear una organización espacial europea.
Sin embargo, no fue hasta 1964 cuando se crearon dos organismos: la C.E.C.L.E.S./E.L.D.O. (Organización Europea de Desarrollo de Lanzadores), y la C.E.R.S./E.S.R.O. (Organización Europea de Investigación Espacial) para la construcción de satélites y sus aplicaciones. Sin embargo, los repetidos fracasos del lanzador Europa entre 1967 y 1971 impulsaron a los estados europeos a avanzar hacia la creación de una organización única. El 30 de mayo de 1975 se creó la Agence spatiale européenne/Agencia Espacial Europea (A.S.E./E.S.A.), que agrupaba a Alemania, Bélgica, Dinamarca, España, Francia, Irlanda, Italia, Países Bajos, Reino Unido, Suecia y Suiza.
Sin embargo, esto no significó que los estados europeos delegaran todas sus actividades espaciales en la ESA, que siguió siendo una organización europea independiente de la Comunidad Europea. Algunos programas siguen siendo responsabilidad de naciones individuales, o se llevan a cabo a través de la cooperación bilateral o multilateral dentro de Europa o con países de fuera de Europa. Es el caso, por ejemplo, del satélite oceanográfico Topex-Poseidon (1992-2006), fruto de la cooperación entre el C.N.E.S. (Centre national d'études spatiales) francés y la N.A.S.A. (National Aeronautics and Space Administration) estadounidense.
El espacio militar sigue siendo responsabilidad de cada nación europea. De hecho, Europa es la única gran potencia espacial que no ha integrado el espacio militar a nivel político. En este ámbito, Francia, Alemania, Italia, España y el Reino Unido llevan a cabo sus propios programas, que se limitan esencialmente a la observación y las telecomunicaciones. Sin embargo, en algunos casos, como el del satélite óptico de observación Helios-1A lanzado el 7 de julio de 1995, se ha establecido una cooperación entre Francia, Italia y España.
Además, Francia es el único país europeo que lleva a cabo estudios y desarrollos en el campo del satélite de escucha electrónica Essaim y del satélite de alerta temprana Spirale (Système préparatoire infrarouge pour alerte), para la detección de lanzamientos de misiles balísticos. Aunque los países europeos parten de un orden disperso, ahora disponen de sus propios medios de observación, lo que les permite evaluar el estado de los asuntos internacionales de forma independiente y objetiva, y ya no dependen de Estados Unidos. Estos programas constituyen también la base de la futura cooperación militar europea en el espacio.
Ampliación de la ESA y relaciones con la Unión Europea
La industria espacial europea se enfrenta a una serie de retos. En primer lugar, la ampliación. En 2008, la ESA contaba con 17 Estados miembros: Alemania, Austria, Bélgica, Dinamarca, España, Finlandia, Francia, Grecia, Irlanda, Italia, Luxemburgo, Noruega, Países Bajos, Portugal, Reino Unido, Suecia y Suiza (Grecia y Luxemburgo son los miembros más recientes, ya que se convirtieron en miembros de pleno derecho el 9 de diciembre de 2005). Canadá participa en algunos de los programas de la agencia a través de acuerdos de cooperación específicos. Otros países están llamando a su puerta: Hungría, Polonia, la República Checa, Rumanía y Eslovenia, lo que supondrá adaptar sus normas de funcionamiento, ya que actualmente cada país, independientemente de su tamaño y contribución al presupuesto del FSE, dispone de un voto para aprobar resoluciones.
También estamos avanzando hacia unas relaciones más estrechas entre el FSE y la Unión Europea. En noviembre de 2000, el Consejo de la ESA y la Unión Europea decidieron elaborar una estrategia espacial conjunta para Europa. En enero de 2003 se publicó un Libro Verde: una primicia. En junio de 2005 se repartieron las responsabilidades y las prioridades: la Unión Europea es responsable de definir la estrategia espacial europea, que se reafirma debe redundar en beneficio de los ciudadanos de la Unión; el papel de la ESA es aplicar esta estrategia, es decir, poner los medios, en particular los de acceso al espacio, y desarrollar las tecnologías espaciales. No cabe duda de que el peso político de Europa en las actividades espaciales europeas seguirá creciendo.
Una gama ampliada de lanzadores
Seis años después de tomar la decisión de independizarse en materia de lanzamiento de satélites, Europa lanzó el primer lanzador Ariane el 24 de diciembre de 1979 desde el Centro Espacial Guayanés de Kourou, en la Guayana Francesa. Previsto inicialmente para el 15 de diciembre, el lanzamiento no tuvo lugar ese día: los cuatro motores de la primera etapa se encendieron pero se detuvieron ocho segundos después, sin que el cohete hubiera despegado. El lanzamiento abortado se debió a un pequeño fallo técnico en el sistema de propulsión.
El lanzamiento se aplazó hasta el 24 de diciembre. El lanzamiento se aplazó de nuevo unos minutos, pero el lanzador despegó finalmente hacia el cielo de la Guayana Francesa a las 14:14 horas. El vuelo se desarrolló perfectamente. La cápsula tecnológica que sirve de satélite se coloca en una órbita de transferencia geoestacionaria, con un rendimiento excelente: apogeo de 36.021 km para los 35.753 km previstos, perigeo de 200,8 km para los 200 km previstos, e inclinación de la órbita de 17,560 respecto al ecuador para la inclinación nominal de 17,50. Se trata de un gran éxito para el Centro Nacional de Estudios Espaciales francés, la Agencia Espacial Europea y todos los fabricantes implicados.
Las desventuras del lanzador Europa, que había precedido a Ariane, quedaron olvidadas y comenzó una brillante carrera comercial para el lanzador europeo. El 26 de marzo de 1980 se creó Arianespace, la primera empresa comercial de transporte espacial del mundo. El segundo vuelo de Ariane-5 tuvo lugar el 30 de octubre de 1997. El éxito de este vuelo, casi completo, borró el espectacular fracaso del primer lanzamiento del 4 de junio de 1996 y nos dio una mayor confianza en este lanzador, que tomará el relevo de Ariane-4 en un momento en que la competencia internacional nunca ha sido tan intensa.
Con un peso al despegue de 747 toneladas, frente a las 470 toneladas de la versión más potente de Ariane-4 (44L), Ariane-5 ha sido diseñado para colocar satélites de hasta 6.800 kilogramos en órbita geoestacionaria de transferencia (200 km × 36.000 km). Por tanto, puede transportar casi 2.000 kilogramos más que la versión Ariane-44L. Se trata de un lanzador completamente nuevo.
Su cuerpo central consta de una primera etapa, la etapa principal criogénica (E.P.C.), equipada con el motor Vulcain que utiliza hidrógeno y oxígeno líquidos y proporciona un empuje de unas 120 toneladas. Por encima se encuentra la E.P.S., o etapa de propulsante almacenable (monometilhidracina y peróxido de nitrógeno), que proporciona 2,7 toneladas de empuje, seguida de la bahía de equipos que contiene el sistema de guiado y secuenciación. En la parte superior se encuentra la carga útil, es decir, el satélite o los satélites. Por último, para proporcionar el enorme empuje necesario para el despegue, el cuerpo central está flanqueado por dos cohetes propulsores sólidos (E.A.P.), cada uno de los cuales contiene más de 237 toneladas de polvo (compuesto de polvo de aluminio, perclorato de amonio y polibutadieno, utilizado como aglutinante). El Ariane-5 ha sido objeto de numerosas mejoras desde entonces.
Véase también la "Evolución del Transporte Espacial". Puede leerse también acerca de:
Rusia se ha convertido en un socio estratégico en materia de lanzadores, aunque el lanzador pesado Protón sigue siendo un competidor muy serio del Ariane-5. La cooperación con Moscú, iniciada en 1966 por el general De Gaulle, se ha intensificado desde el final de la Unión Soviética. Desde 1989 se han puesto en marcha numerosos programas de cooperación tecnológica, especialmente en el campo de la propulsión, ámbito en el que los soviéticos llevaban una clara ventaja. Rusia dispone también de una panoplia de lanzadores de alto rendimiento, diseñados durante la Unión Soviética y fabricados hoy en día en una economía en la que los costes laborales son más bajos que en Europa. Por eso, desde principios de los años 90, la Agencia Espacial Europea (ESA) ha querido ampliar su gama de lanzadores para el mercado comercial internacional y ha recurrido a los lanzadores rusos. En 1996, Arianespace, E.A.D.S., el Centro Espacial de Samara (TsSKB-Progress) y la Agencia Espacial Federal Rusa (F.K.A.) firmaron un acuerdo para comercializar el lanzador Soyuz, que dio lugar a la creación de la empresa conjunta Starsem.
Posteriormente, en 2005, se decidió ubicar la lanzadera Soyuz en la Guayana Francesa, en Sinnamary, a 13 kilómetros de Kourou. Desde esta base, este vehículo es capaz de poner en órbita de transferencia geoestacionaria satélites de hasta 3 toneladas, frente a las 1,7 toneladas de los lanzamientos desde Baikonur. La llegada de la lanzadera Soyuz a la Guayana Francesa en 2009 abre también la posibilidad de vuelos tripulados. En 2004, Rusia propuso a su vez que Europa se asociara al programa de vehículos tripulados Clipper, que debía sustituir a la nave Soyuz a partir de 2012, pero que fue abandonado.
Por último, Europa también tendrá a su disposición en el Centro Espacial Guayanés (CSG) de Kourou el pequeño lanzador de cohetes sólidos Vega, capaz de poner de 300 a 2.000 kilogramos en órbita terrestre baja y en órbita polar sincrónica solar. El desarrollo de este lanzador cuenta con el apoyo de siete países: Italia, Francia, Bélgica, España, Países Bajos, Suiza y Suecia (en orden descendente de participación financiera).
También se ha puesto en marcha una iniciativa privada con la comercialización del lanzador Rockot, un antiguo misil balístico intercontinental SS-19 soviético reconvertido. Para ello, en 1995 se creó Eurockot Launch Services GmbH, propiedad de EADS y del centro ruso Khrunichev.
Europa dispone ahora de una gama de lanzadores capaces de satisfacer la necesidad de lanzar satélites de entre 300 kilogramos y 10 toneladas a órbitas terrestres bajas, polares, síncronas solares y de transferencia geoestacionaria.
Regreso a la Luna y estudio del Universo
Seguimos cooperando con Estados Unidos en una serie de programas para explorar el Universo y vigilar la Tierra. El anuncio del presidente Bush en 2004 de que el hombre volvería a la Luna ha despertado el interés de Estados Unidos, Rusia, Japón y China. Pero esta cooperación no será posible en el campo de los lanzadores, que Estados Unidos considera de importancia estratégica. Sin embargo, Europa tiene la puerta abierta en lo que respecta a la infraestructura lunar, así como a la red de telecomunicaciones y navegación alrededor de la Luna.
En 2001, el Consejo de la ESA aprobó el lanzamiento de Aurora, un programa a largo plazo de exploración robótica del sistema solar y de estudio del Universo, que también debería conducir al desarrollo de nuevas tecnologías. Aurora también incluye una sección sobre la exploración humana de la Luna y Marte. El Planeta Rojo es una parte importante de este programa: en 2011, la ESA tiene previsto lanzar la misión ExoMars, dedicada a la búsqueda de rastros de vida, pasada o presente, y, más allá de 2013, Mars Sample Return, cuya misión es traer de vuelta a la Tierra muestras del suelo marciano.
Entre las demás misiones de la ESA, una de las más esperadas comenzará en 2013 y durará cinco años: el satélite astrométrico Gaia, situado en el punto de Lagrange L2, una posición estable a 1,6 millones de kilómetros de la Tierra, proporcionará información precisa sobre la posición, la temperatura, la edad y la naturaleza de mil millones de estrellas de nuestra Galaxia. Gaia también podrá detectar sistemas planetarios, identificar planetas extrasolares y asteroides de nuestro sistema solar, así como cuásares.
Vuelos espaciales tripulados y satélites de aplicación
En cuanto a los vuelos espaciales tripulados, el módulo europeo Columbus es la contribución de la ESA a la Estación Espacial Internacional (ISS) (véase acerca de las estaciones orbitales). Además, el A.T.V. (Automated Transfer Vehicle), lanzado por el Ariane-5, es una nave espacial europea automática de unas veinte toneladas de peso que se utiliza para suministrar carga a la EEI, cuyos astronautas europeos son llevados a la estación por el transbordador estadounidense o la nave espacial rusa Soyuz.
La ESA también está muy implicada en la vigilancia y protección del medio ambiente terrestre, así como en los servicios (telecomunicaciones, meteorología, navegación, posicionamiento, etc.). En diciembre de 2005, la ESA y la Unión Europea adoptaron en Berlín dos importantes iniciativas conjuntas: el sistema mundial de navegación y posicionamiento por satélite Galileo y el programa de Vigilancia Mundial del Medio Ambiente y la Seguridad (GMES). Con Galileo, Europa dispondrá de su propio sistema de navegación y posicionamiento, reforzando así su independencia militar y comercial. El programa costará unos 20.000 millones de euros a lo largo de 20 años. El primer satélite de demostración, Giove-A (Galileo In-Orbit Validation Element-A), se lanzó el 28 de diciembre de 2005. Los satélites de la red G.M.E.S., la contribución europea al programa G.E.O.S.S. (Sistema Global de Sistemas de Observación de la Tierra), combinan recursos terrestres y espaciales para vigilar la contaminación y ayudar a la toma de decisiones en caso de crisis y catástrofes.
Mejorar las previsiones meteorológicas es otro de los objetivos de la ESA y de Eumetsat (Organización Europea para la Explotación de Satélites Meteorológicos). El 19 de octubre de 2006, un lanzador Soyuz lanzó MetOp-A desde Baikonur, el primero de una serie de tres satélites de un nuevo programa de satélites meteorológicos - el Programa de Satélites Operativos Meteorológicos - y el primer satélite meteorológico europeo que se coloca en órbita polar. Las previsiones se ampliarán de 7 a 10 días con el mismo nivel de fiabilidad. El programa MetOp también contribuirá al estudio del clima y medirá la distribución vertical y global del ozono, así como la concentración de los principales gases de efecto invernadero en la atmósfera. También contribuirá a una mejor comprensión del calentamiento global y de los mecanismos de la contaminación atmosférica.
Así pues, la industria espacial europea está experimentando grandes cambios, tanto en su estructura y asociaciones como en sus programas, dictados por la evolución del contexto geopolítico y la necesidad de responder a los retos científicos, comerciales y medioambientales.